¡¡Un Mundo Mejor ES Inevitable!!

“Desandando caminos”, de Marta Elsa Alvado


A modo de introducción…

Mis comienzos en la escritura tuvieron por finalidad mostrar las experiencias acumuladas en mis muchos años como docente y como directora de escuela primaria, hasta que mis escritos tomaron un giro diferente a partir del año 2.014 cuando conocí a Nora Coria, escritora y profesora bonaerense, distinguida en narrativa y poesía, coordinadora del Taller literario identidad del que formo parte desde entonces, a distancia. Así se despertó en mí la curiosidad y el gusto por incursionar en la literatura y me introduje en el mundo de la prosa y la poesía. Formamos un grupo muy unido, realizamos investigaciones sobre corrientes literarias, aprendemos sintaxis de una buena redacción y normativas, desplegando nuestra creatividad en variadas narraciones y poemas.

Entusiasmada por familia, amigos, compañeras y profesora, decido publicar mi primer libro para compartir mi camino literario desde el inicio.


Podría decirse que los textos que integran este libro, donde se muestran los diferentes momentos de mi escritura, tienen un doble enfoque: lo objetivo que se enlaza con lo subjetivo. Se entrecruzan la ficción con la realidad y en ambas encontramos relaciones vivenciales donde los personajes se definen por la pertenencia de los contextos y se recrean en el mar, la llanura o la montaña.

Les comparto en esta obra…

• Quién soy
• Experiencias como docente
• Cuentos
• Poemas





• Quién soy


Jujeña por adopción, llegué a los treinta años desde un pequeño pueblito ubicado al sudeste de la provincia de Buenos Aires, llamado El Perdido.

Me afinqué en Jujuy atrapada por sus paisajes, su cultura, su clima. Me hice amiga del diablito de carnaval, de los duendes que te salan la comida; aprendí a emocionarme con la Virgencita del Rosario y Paypaya, y creo, como aseguran los lugareños, que tomé agua del río Xibi Xibi porque vine por un tiempo y no me fui nunca más.

Mi nombre es Marta Elsa Alvado.

Ni seudónimo es Leli, como me llaman Mili, More y Gero.


Jujuy… ubicada en el extremo norte de la Región Noroeste de la República Argentina, está comprendida entre los 21° 46´ y los 24° 37´ de latitud Sur, y entre los 64° 9´ y los 67° 13´ de longitud Oeste. La provincia de Jujuy ocupa una extensión de 53.219 km 2, lo que representa un 3% del área continental Argentina. Al norte tiene 312 km de frontera con la República de Bolivia, en tanto hacia el oeste 130 km fronterizos con la República de Chile. En cuanto a su límite Este y Sur, Jujuy limita con la provincia de Salta.

El Perdido es donde nací, me crié y viví durante treinta años, es un pequeño pueblo del sudeste de la provincia de Buenos Aires. El Perdido, Estación José A. Guisasola. Sintiendo la nostalgia de las cosas que pasaron y la alegría de los recuerdos que son “aquellas pequeñas cosas” que nos dejan huellas en lo más profundo de nuestro ser y que es bueno que los asimilemos como un alimento espiritual necesario y revitalizador, vienen a mi memoria, de aquellos años, recuerdos…

Ø Aquellas tardecitas dominicales en que nos poníamos los mejores atuendos para ir a la estación porque pasaba el tren, deleitándonos con la música que inundaba el pueblo, puesta por don Larsen. De ahí íbamos a la tertulia en lo de Trini o en el Club Progreso. A veces eran con orquesta o si no con tocadiscos, y se armaba el baile.

Ø Las Fiestas Patrias. Temprano, a las siete de la mañana, comenzaban las salvas de bombas, con veintiún cañonazos, luego, el acto en la escuela, y de ahí todos a la plaza a disfrutar de las carreras de sortijas, el palo enjabonado, las carreras de embolsados. Por la tarde, en el campo de mi papá, las carreras cuadreras, y para culminar, en el Club Atlético y Recreativo Progreso, gran baile familiar con alguna orquesta importante.

Ø La época de cosecha, en que aumentaba la población porque llegaba gente del interior, y para las fiestas de fin de año, los jóvenes acostumbraban a brindar serenatas a las chicas, así que nos acostábamos, pero no dormíamos porque queríamos escucharlas. Al serenatero no lo veíamos, porque era papá quien salía con la botella de sidra y le agradecía la serenata.

Ø Allá por los años `65, un grupo de jóvenes entre los que me incluyo, integramos la subcomisión de fiestas, del Club Progreso, algunos de ellos ya partieron de este mundo. Trabajábamos con entusiasmo, nuestro objetivo era reabrir el cine y lo logramos. Para recaudar fondos y brindar espectáculos que deleitaran al público conseguimos llevar artistas de la talla de Alberto Castillo, Rosana Falasca, Los Chalchaleros, entre otros.

Ø En cuanto al fútbol, seguíamos a Progreso a donde le tocara jugar, íbamos en caravana, familias completas. Una hinchada apasionada que alentaba a los jugadores ganaran o perdieran.

Ø Las Kermeses de la Escuela N° 4. Trabajamos con dedicación exclusiva, no nos interesaba el horario ni feriados. Preparábamos distintos espectáculos, algunos en la escuela y otros en el club.
Hoy El Perdido parece dormido, pero sigue vivo en el corazón de todos aquellos que una vez caminamos por sus calles, paseamos por su plaza, soñamos con el príncipe que llegaría a bordo de ese tren que pasaba cada domingo.


✹✹✹✹

(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Páginas 11/12/13)





• Cuentos


¡Adiós mi mar!

Se levantó muy temprano, todavía el sol no había asomado su roja nariz, y partió hacia la terminal.

Sentada en el autobús contemplaba el amanecer, el mismo cielo, la misma luna, el mismo sol apareciendo. Pero su mar ya no estaba. Solo cerros comenzaban a divisarse.

Llegó, y quedó maravillada, lapachos rosados, amarillos, azules y ceibos muy rojos pintaban en paisaje perfumando la brisa fresca de la mañana. Abrió una tranquerita de madera y entró.

—Maestra —dijeron unos niños que salieron a recibirla.

El portero les llamó la atención “niños más respeto es la nueva directora”.

Sonreía mientras abrazaba a los pequeños que mostraban su cariño y su alegría. Observó el abandono en las manitos amarillentas por el encañado del tabaco, las zapatillas gastadas, el poco abrigo a pesar del frío que todavía reinaba en la mañana primaveral.

La escuela estaba muy abandonada, paredes despintadas, llenas de manchas de humedad, techos rotos donde anidaba gran cantidad de murciélagos. Comprendió que el trabajo sería arduo, y sabía que esos niños la necesitaban. Pronto reunió al personal, alentó a cada uno en sus tareas y les pidió apoyo en la gestión que debía llevar adelante. Su pedido fue retribuido con entusiasmo. En el Misterio de Educación imploró y luchó por la escuela; lo mismo hizo con funcionarios de otras áreas, y hasta al obispo entrevistó.

Al cabo de seis meses la escuela había resurgido entre las cenizas del abandono. Ya tenían una huerta y las pequeñas ponedoras se habían convertido en hermosas gallinas que no dejaban un día de dar huevos para el comedor donde desayunaban, almorzaban y merendaban trescientos alumnos.


***


Encendió la hornalla, puso la pava, abrió la ventana y miró el cielo. El mismo cielo, la misma luna, y el sol que comenzaba a asomar. Ya no extrañaba su mar. Sabía que él la acompañaría en sus recuerdos, y que allí se quedaría, porque en esos cerros había encontrado su lugar en el mundo.

Fue a la tranquerita a esperar a sus niños que comenzaban a llegar.


✹✹✹✹

(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Páginas 95/96)


“¡Adiós mi mar!”, de Marta Elsa Alvado, ha sido una de las obras ganadoras de los PREMIOS GUKA 2021 en la categoría Cuento tradicional.




Miedo

En el Instituto de Inglés las clases finalizaban a las diez de la noche. Marcela salió del aula confiada en que su padre, como siempre, pasaría a buscarla. Se paró en la puerta, caminó por la vereda. Esperó media hora. Y nada. Otros veinte minutos. Y nada. Su padre seguía sin aparecer y ya nadie quedaba en la institución. La portera cerró las puertas y, sorprendida, le preguntó qué hacía en el lugar.

—Ya vendrán a buscarme —respondió Marcela.

Con la angustia que la envolvía decidió ir a la casa de una tía que vivía a pocas cuadras. Las calles estaban solitarias, tan calladas como la noche. El frío de agosto traspasaba hasta los huesos. El cielo encapotado no dejaba ver la luz de la luna.

Mientras atravesaba la plaza, a media cuadra del Instituto, sintió la presencia de alguien detrás de ella, y de soslayo pudo observar a un señor de barba y con sombrero, que se sostenía con un bastón. Cruzó la calle. Y él también la cruzó. Ella caminó una cuadra. Y él también la caminó. Sentía el sonido de sus pasos y del bastón. Un tremendo escalofrío recorría su espalda, el corazón a punto de estallar, las piernas se le paralizaban, sin embargo, dejó caer sus carpetas con la idea de que ese hombre siguiera de largo y así poder ir ella detrás o tomar otro camino sin que la viera.

El señor pasó, la saludó atentamente y con una sonrisa sarcástica siguió. Sin responderle, Marcela levantó enseguida sus carpetas y corrió hasta la próxima esquina y hasta la otra. Estaba agitada y pálida. Se dio la vuelta y le pareció verlo a la distancia iluminado por la tenue luz de un farol. Sentía que iba a desvanecerse. Experimentó algo así como un desmayo y perdió el conocimiento un instante después de hacer sonar el timbre de la casa de su tía.

Cuando despertó, la figura delgada de la tía estaba a su lado…

—¿Qué sucedió esta noche? Parecés espantada por algo, Marcelita.

Marcela les contó detalladamente lo sucedido. La tía y el padre, que había ido a buscarla hasta allí, cruzaban continuamente miradas de preocupación.

Después de varios días, cuando volvió del miedo y decidió retomar su cotidianeidad fue a clase. Hasta la rústica madera de cedro de la entrada le pareció diferente. Caminó por el pasillo, entró al patio embriagada por el perfume de los jazmines bañados por los últimos rayos del sol de un atardecer que anunciaba la finalización del invierno. Se dirigió al aula y, con sorpresa, al pasar frente a la dirección, vio apoyado en la puerta un bastón. Golpeó, pidió permiso y entró.

El señor que estaba de espaldas en su escritorio, se puso de pie. Al verlo, un escalofrío la envolvió. Era el hombre del bastón, con su barba blanca y estaba allí como aquella noche. Quiso escapar pero sus piernas no respondían. Él la llamó con voz amable.

—¡Señorita, acabo de reconocerla! Usted es la que cruzó la plaza la otra noche y se le cayeron sus carpetas… Le pido mil disculpas por no haberla ayudado en ese momento, pero mi cintura y mis años no me permitieron hacerlo.

Marcela no podía dejar de observar… Sus ojos iban del bastón a la barba una y otra vez, mientras el hombre continuaba disculpándose.

—¡Qué torpe! ¡No me presenté! Soy el vicedirector interino del Instituto.

Extendió su mano para saludarla. Marcela quiso decirle algo, pero no sabía qué. Le zumbaba la cabeza y apenas si podía sostenerse en pie.

Ya por la galería, caminando hacia el aula, pensó en las veces que había escuchado del engaño de la mente en la representación de los miedos, pensó en las veces que su padre había ido a buscarla a casa de la tía.


✹✹✹✹

(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Páginas 39/40/41)




• Poemas


Entre sueños

Esta noche
recorrí las calles de mi pueblo
lo veía como entonces
como el otoño en que lo dejé
todo estaba igual
sus calles entoscadas
las casas blancas con jardines
y portones de madera
la plaza tan cuidada
la escuela que me enseñó a leer
el correo donde recibí mis primeras cartas de amor
la casa en que nací
el eucalipto donde grabé mi corazón enamorado
los caracoles en el jardín
escondidos entre los musgos de las piedras
aún entre las sombras descubrí la sonrisa tierna de mi abuela
la estación que alegraba los paseos juveniles
la iglesia que me cobijó en mi primera comunión.
Hechos memorables
en mi mente anido
como un lazo que me impide el olvido.


Desperté pensando
que la vida es una quimera
sólo enseña la dicha verdadera
cuando la imaginamos
ya lejana.

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(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Página 131)




Sacrificio

Wichi, mataco, toba
hijo del maíz, piel morena,
       esencia pura
palpitar de una cultura
que la colonia marcó.

Asaltaron tu tiempo
tu suelo, tus dioses.
Pachamama reclama tu presencia,
hijo de su vientre.
El agua del río
que buscabas con tus manos
hoy te llama,
       escúchala.

Lanza tu voz al viento
atesórala en los cerros
y déjala avanzar hasta el desierto.
Siente tu negrura como un beso
quédate en el arrullo de los cerros
en el silencio de la selva
con la fuerza del sol, del agua
y del viento.

Tus sueños se elevan
tu identidad
       renace en el poderío
       del universo.



✹✹✹✹

(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Página 145)




“Todas las personas nacemos con aptitudes para la literatura, para el disfrute de la lectura y el desarrollo de la escritura creativa. El arte, fuente de la felicidad, no es un privilegio” Nora Coria


A la escritora Marta Alvado
por Marcelo Tittaferrante, 21 de agosto de 2020



Majestuosa se cobija entre las nubes
Acaricia el alma de los niños jujeños
Remueve los escombros de la vida
Tejiendo un futuro de esperanza
Alimentando el paisaje de los cerros.

Arrojo de un espíritu indomable, al que
La muerte dejó impávida sus huellas.
Vacilación de un mar que la reclama
A viva voz horadando la nostalgia,
Dirige su destino con destreza
Orlada de palabras armoniosas.



✹✹✹✹

(Del libro: “Desandando caminos”,
de Marta Elsa Alvado - Página 9)





¡¡Gracias, Marta!!

❤‿❤

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Ilustraciones Alex DG© y Daniel Caminos