Porque el ocio despierta la imaginación, la creatividad, las ganas. Porque no hay edad para jugar ni para inventar. Porque jugar es necesario, imprescindible. Porque los mejores recuerdos son de momentos compartidos jugando, transmitiendo costumbres, de padres a hijos, de abuelos a nietos, entre amigos. Porque el mundo cambia, evoluciona, pero el juego... ¡la vida es juego!
Viendo que en la actualidad, el ritmo que todos llevamos, inclusive el de los niños, obstaculiza encontrar espacios de juego, es inevitable entender porqué se problematizan los vínculos entre las personas.