Este es un venerable libro de fotografías porque nadie ni hoy en lo porvenir podría hacer uno igual: el protagonista no existe ya, ¡ay!, sino en su obra genial y, además, porque había de pertenecer a un círculo muy íntimo y elegido de amigos para estar en los momentos y en los sitios – ciudades, países – en que estas fotos fueron tomadas.
Tuve el privilegio de ser amigo de ambos, de Astor Piazzolla y de Carlos Carrizo, y el sortilegio de destino de compartir muchas veces esos momentos en Buenos Aires, Bahía Blanca y París. Y Carrizo, que es un excelente fotógrafo, con esa intuición de luz y de tiempo que es virtud capital en su profesión y vocación artística y documental, ha sido también un avezado hincha del artista aquí evocado en instancias preciosas de su carrera a partir de 1965.
Con el testimonio del propio Piazzolla surge el de los músicos destacadísimos de sus sucesivas orquestas –quinteto, sexteto, octeto y noneto- y la orquesta de María de Buenos Aires, la operita que compusimos juntos y estrenamos el 8 de mayo de 1968 en la sala Planeta, en una de cuyas plateas estaba precisamente, y no por casualidad, el autor de este libro hermoso del que entonces también pasé a ser amigo.
Quien tenga este libro con sus admirables y emocionadas imágenes en su biblioteca, tendrá un pedazo grande de la fisonomía y hasta del alma de uno de los mayores músicos del siglo XX.
photographer
This book of photographs is a venerable one, since nobody is or will be ever be able to produce anything similar: its protagonist exists only through the genius that pervades his work, and because it was obviously meant to belong to a very close and selected group of friends, given the places –cities, countries- and the time at which the pictures were taken.
I have had the honour of being a friend of both, Astor Piazzolla and Carlos Carrizo, and a stroke of fate allowed me to share frequent moments with them in Buenos Aires, Bahía Blanca and Paris, In addition, Carrizo – who is an excellent photographer with an intuitive mastery of light and timing, a major virtue for anyone in his profession or with a vocation for art and documentary work – has also been a fan of the artist that this book evokes at precious moments of his career as from 1965.
Together with Piazzolla’s, it includes the testimony given by famous musicians that formed part of his various musical ensembles, a quintet, a sextet, an octet and a nonet, as well as the group that played María de Buenos Aires – the light opera we composed and first performed on May 8 1968 at Sala Planeta, precisely where the author of this wonderful book, not by chance, occupied a seat and, who ever since then, has been a friend of mine.
Whoever has this book of excellent and moving images in a bookcase will be the possessor of portion of the physiognomy – and even the soul – of one of the major musicians of the 20th Century.
La música de Astor Piazolla irrumpió en mi adolescencia como una lluvia fresca y cristalina. Se instaló en mi corazón y nunca más dejó de emocionarme profundamente. Desde el primer instante la sentí romántica y melancólica, sensual y audaz, con una vitalidad desafiante y altamente expresiva.
A mediados del 50 solía escuchar los tangos de Troilo, Pugliese y Salgán, además del jazz de Glenn Miller, Benny Goodman y Artie Shaw. Pero lo de Astor era diferente por su originalidad y fuerza expresiva. Sentía que, sin dejar de ser tango, poseía swing y un sentimiento irrefrenable.
Recuerdo con precisión cuando mi hermano Juan José llegó a casa con un disco de 78 rpm y escuchamos Lo que vendrá (1954), grabado con su orquesta de cuerdas; toda una revelación en el tango y en mi vida. Poco después apareció con un longplay del Octeto Buenos Aires, que renovó mi asombro.
El 8 de octubre de 1961, Astor llegó por primera vez a Bahía Blanca con su Quinteto Nuevo Tango para brindar cuatro recitales en una sala de cine. Luego de actuar en una radio me firmó el primer autógrafo sobre el disco Piazzolla en Hi-Fi, que marcó el inicio de una relación personal que se extendió hasta su muerte.
Astor Piazzolla’s music broke into my adolescence like fresh and clear rain. It settled in my heart and has deeply moved me since then. I considered it romantic, gloomy, sensual and captivating with a challenging and highly expressive vitality from the first moment.
During the mid 50s, I used to listen to Troilo, Pugliese and Salgan’s tangos and Glenn Miller, Benny Goodman and Artie Shaw’s jazz. But Astor’s music was different because of its originality, boldness, swing and power. It was tango with a strong feeling in every sense.
I clearly remember when my brother Juan José came home with a 78 rpm record and we listened to Lo que vendrá (1954) recorded by his string orchestra, a great revelation in tango and in my life. Later he bought the recording with the Buenos Aires Octet.
On October 8, 1961, Astor arrived in Bahía Blanca for the first time with his New Tango Quintet to offer four shows at the Palace Cinema. The next day, after performing on the radio, I got his first autograph. This was the starting point of a very enriching personal relationship which lasted until this death.
A manera de premonición, el último concierto brindado por Piazzolla en la Argentina se denominó “Adiós Buenos Aires”, en junio de 1989, en el teatro Opera.
Al frente de su nuevo sexteto volvió a demostrar lo rotundo de su música, en un programa que abarcó desde 1960 a la fecha y ante un público no tan prejuicioso como el de los comienzos. “Mi obligación es la de cambiar; de lo contrario, ustedes se van”. Dijo al público que colmó la sala.
Integró su repertorio con una revisión de sus principales obras, incluyendo Adiós Nonino y con los tres títulos escritos para el Sexteto.
Estaba con su típico nerviosismo antes de cada presentación, pero seguro de sí mismo al apoyar el bandoneón sobre su pierna derecha y desplegar la belleza de su música.
La música de Piazolla transfiere la voz al bandoneón y expresa de esa forma las emociones y sentimientos del ser humano: ríe, grita, llora, danza, demanda, conversa, cuenta una historia.
Con la foto de la página siguiente, tomada previo a su ingreso a escena, rindo homenaje a su honestidad artística, su inclaudicable lucha por defender su verdad y lo intemporal de su obra.
También le agradezco haber enriquecido mi espíritu y alegrar mi existencia cada vez que vibro con su maravillosa e impactante música.
Astor Piazzolla’s last concert at the Opera theatre in June 1989 was a kind of premonition, as it was called “Adiós Buenos Aires” (Good bye Buenos Aires).
With his new sextet, he showed how peremptory his music was and the heterogenous audience was not so strict judging his music as at the beginning.
His repertoire included about 20 pieces composed from 1960 to 1989, including the famous Adios Nonino.
He told the spectators his obligation was to change his music everytime. He was nervous before each performance but self confident when he placed his bandoneón on his right leg and played it with amazing passion.
Piazzolla’s music transfers the human voice to the bandoneón and, in the way, expresses all emotions and feelings of the human being: he laughs, screams, cries, dances, demands, converses, tells a story.
I would like to pay homage to him for his artistic honesty, his indeclinable fight to defend his truth and for his timeless and universal work.
The expressive photo on the next page was taken before he went onto the stage.
I also wish to thank him for enriching my spirit and bringing happiness to my life every time I vibrate with his marvelous and beautiful music.
124 / ADIÓS, ASTOR
Imágenes de Piazzolla / Carlos Carrizo / 128 p.; 21x30 cm
Fotografías y textos: Carlos Carrizo
Dirección de arte y diseño: Manuela Carrizo
Corrección de textos: Laura Carrizo
ISBN: 978-987-05-4873-7
Primera edición: octubre de 2008
imagenesdepiazzolla@hotmail.com
Bibliotecóloga
Biblioteca Popular "José A. Guisasola"
¡¡Gracias!!
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