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Cuentos Clásicos: ¿Qué lugar ocupan en la infancia? Por Laura Diz


La lectura, por suerte, nunca pasa de moda…
(Y una entrevista a alguien muy especial….)
Por Laura Diz, Estimuladora Temprana Certificada y Psicóloga Social especialista en Gestión Educativa y Atención a la Diversidad

En la modernidad de la ciudad, las librerías se han adaptado a las necesidades y poco tiempo de la gente, para hacerlas un lugar de disfrute, como salida con los chicos: cuentan con espacios adecuados, coloridos, con asientos y alfombras donde sentarse a ojear los libros que están al alcance de la mano, lo que, sin duda, ha fomentado que los niños busquen estos espacios dentro de los shopping como un oasis para sus ganas de descubrir que es lo que hay allí…

En los pueblos y barrios en cambio, las bibliotecas populares han recuperado un lugar que en el pasado era habitual, y vuelven a verse llenas de actividades que convocan niños, jóvenes y adultos.

Esa libertad de poder elegir qué leer, de acercarse por primera vez a un cuento, sin importar la edad, quizás descubrir el mismo que mamá, papá o el abuelo leyó en su niñez, mueve sentimientos guardados.

Y ahora, en el mundo de hoy, ¿cómo elegir una lectura adecuada para los chicos?
Ante todo, debemos tener en cuenta que los Cuentos Clásicos despiertan todo tipo de emociones: miedo, alegría, amor, angustia, terror, vida y muerte.
Caperucita y el Cazador, el Lobo se come a la abuela, el beso a la Bella Durmiente, la manzana envenenada de Blancanieves cuidada por los 7 enanitos, Robin Hood que roba para los pobres... ¡Cuantas sensaciones!

Los niños suelen tomar con naturalidad lo que leen o les leemos, lo actúan, con gritos, aullidos, besos, abrazos, lágrimas, se lo apropian, lo manifiestan, y este mundo de sensaciones los acompaña para poder ir reinterpretando lo que se les presenta en la vida cotidiana.

Los cuentos e historias fantásticas, están presentes en el desarrollo del pensamiento, el acercamiento hacia una primera idea de lo que es el bien y el mal, y a su vez llevan a preguntarse por qué suceden las cosas, a poder poner en palabras los cuestionamientos propios de cada edad, a incorporar palabras al vocabulario, a ponerse en el lugar del otro.

Los libros acompañados de imágenes despiertan la imaginación permitiendo continuar la historia desde lo que allí se ve, cambiando el final si es que no nos gusta, crear o anticiparse a lo que viene.
Con esto podríamos decir que no hay un tipo de lectura específica, si es que actúa la curiosidad.

Los cuentos clásicos de por sí, tienen desde amor hasta violencia, muerte, amistad incondicional y la verdad es que todos crecimos con estos relatos sin mayores dificultades.



¿Y el miedo?

El miedo paraliza, moviliza, pero a su vez exige un intento para acercarse a la resolución del conflicto que lo desencadena, buscando el bien de todos, y por lo tanto, desechando la violencia.
Es imposible suprimir las tensiones que surgen en cualquier historia, por lo que a lo largo de los relatos se hace imperioso buscar maneras de ir sorteándolas con diferentes recursos, como, bien puede ser, tomar el lugar de algún personaje, sintiéndose identificado.

El conflicto se hace fuerte, el nudo de la historia atrapa, y la lectura sigue haciendo de las suyas en la mente y el corazón de cada uno.

Pero todo esto me sigue pareciendo poco para que podamos entender más acerca de lectores y personajes, entonces se me ocurrió una idea…
Qué mejor que entrevistar a alguien que es el propio protagonista de una historia avasallante, un verdadero héroe, seguido y admirado por muchos niños, y debo confesar, ¡Mi preferido!


¡Señoras y señores!
Con ustedes…¡¡¡Santiago!!!
El mismísimo Santiago de mi cuento “Santiago y el Gigante”
(Conocido también como “Las Habichuelas Mágicas”)


L: -¡Santiago! ¡qué bueno encontrarte! ¿Charlamos un ratito?

S: -Mmmmm, yo te conozco… ¡¡¡¡Claro!!!! ¡Esa nena rubia que se dormía con mi libro! ¡¡¡¡Laura!!!!

L: -¡Qué emoción! ¿Cómo es que te acordás de mi?

S: -Cómo olvidarte, a vos, a tantos… yo… yo no podría...

L: -¡Sos mi héroe! Tan valiente, nunca tuviste miedo, subiste tan alto, ¡alto hasta las nubes!

S: -¿Yo? ¿Sin miedo? Soy tan solo un niño…

L: -¿Pero cómo? Te veía subir tan decidido, a pesar de todo, no parabas de escalar la planta de habichuelas, y cuando te encontraste con el gigante… aún recuerdo esa sensación en la panza… me tapaba los ojos y no sabía si seguir leyendo. ¡¡¡¡Yo tenía miedo, no vos!!!!

S: -Ojalá todos los niños pudieran saber lo que para mí significa que estén ahí, dándome fuerzas, queriendo saber más de mi historia, porque eso es lo que me empuja a tener valor, los ojitos atentos, los corazones palpitando, el coraje que me dan, ¿cómo podría yo solito tener tanta fuerza? ¿Cómo sería capaz de tanto, sin ustedes?

L: -Pe... pero… a ver si entiendo… ¿la historia se acrecienta con nosotros? ¿El cuento toma más y más fuerza gracias a los que abrimos las páginas? ¿Tu energía te llega a través de los ojos que leen?
No puedo creer esto… sabía que algo pasaba, distinto, cada vez, pero esto… no… Santiago...

S: -Laura… un libro cerrado es un objeto sin vida, ¿cómo podría comenzar una historia si nadie lo abre?
Tantos niños, tantos cuentos. Los he visto ir y volver por los pasillos de la biblioteca, algunos siguen esperando algún cuento que los identifique, otros en cambio van metiéndose en muchas historias diferentes.
Yo solo soy Santiago, un niño, que vive cada vez que unos ojitos inquietos deciden comenzar a deslizarse por las páginas de mi historia…

Bajé la vista un momento… miré el libro que tenía entre las manos, pensé cómo podía ser cierto y vinieron a mi mente miles de sensaciones que estaban guardadas…
Cuando volví a mirar, Santiago ya no estaba… claro, ya no podía seguir demorándose, porque una historia lo estaba esperando para continuar.


Y vos, ¿Ya pensaste a cuál historia
vas a darle vida hoy?





Laura Diz
Estimuladora Temprana Certificada y Psicóloga Social
especialista en Gestión Educativa y Atención a la Diversidad



Créditos:
Los textos pertenecen a Laura Diz. (Su reproducción total o parcial debe citar la fuente.)
Las ilustraciones:
1- © Carlos Humberto Nava Marchena.
2- © Laura Aguerrebehere - La flaca
3- © León Hernández




¡¡Gracias, Lau!!

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Ilustraciones Alex DG© y Daniel Caminos