¡¡Un Mundo Mejor ES Inevitable!!

César Cantoni. La Plata, Provincia de Buenos Aires, República Argentina


Con estas líneas quiero hacer llegar mi saludo a los habitantes de El Perdido y, al mismo tiempo, felicitar a las autoridades de la Biblioteca Popular José A. Guisasola por la encomiable tarea cultural que vienen desarrollando en el seno de dicha comunidad.

Hoy, más que nunca, la cultura tiene un papel preponderante en la vida. La posibilidad de crecer de un pueblo y de cada individuo en particular se halla íntimamente relacionada con su nivel de educación. Sin cultura no hay progreso individual ni colectivo posible. Ella, por otra parte, no sólo le permite al hombre enriquecerse espiritualmente, superando su natural primitivismo, sino que lo hace más libre: cuánto más vasto sea el caudal de conocimientos que posea una persona, mayor será su capacidad de discernir y de elegir su propio destino. Es muy importante, entonces, que aquellos que tienen deberes tutelares –padres, pedagogos y funcionarios del ámbito educativo– estimulen en los niños la curiosidad y el amor por los libros; sobre todo, desde temprana edad, para que el hábito de la lectura se haga carne en ellos y los acompañe cuando sean adultos.

En este sentido, veo con entusiasmo cómo la Biblioteca Popular asume el rol de ser prolongación de la escuela, promoviendo, mediante proyectos de diversa índole –reales y virtuales–, la integración cultural y social de los más pequeños.

Mi mensaje, si me cabe dar alguno, es éste: recorramos los libros y dejemos que los libros nos recorran, nos impregnen, nos conmuevan, nos transformen, nos inspiren, hasta hacer de nosotros seres pensantes y creativos, dueños exclusivos de nuestros actos y nuestras opiniones.

César Cantoni


Lecturas


EL DESTINO DE LOS LIBROS


El destino de los libros es impredecible, como el de las personas. Hay libros que son objeto de filicidio apenas ven la luz. Ricardo Güiraldes, por ejemplo, arrojó todos los ejemplares de “El cencerro de cristal” a un aljibe, arrepentido de su publicación. Otro caso semejante, aunque menos truculento, lo constituyen los libros que son negados por sus autores y excluidos de la biografía personal como si se tratase de hijos ilegítimos.

Pero no sólo la autocrítica suele ser despiadada; nunca faltan los libros secuestrados y arrojados masivamente a la hoguera por la intolerancia oscurantista de un tirano de turno, o aquellos que sus poseedores se anticipan a quemar para no ser ellos mismos las víctimas del fuego punitivo.

Lo cierto es que al salir de la imprenta los libros se independizan y cobran vida propia, iniciando un recorrido insospechado. Las anécdotas sobre el destino de los libros son infinitas y cada lector tiene algo para contar. Yo compré una vez un libro de un amigo mío en una librería y, al abrirlo, me hallé con la sorpresa de que estaba dedicado a un conocido poeta nacional, poco afecto, como se ve, a conservar los obsequios de sus colegas.

Hay quienes dicen que los libros no deben prestarse, pues, ya sea por olvido, pereza o razones menos inocentes, rara vez suelen ser devueltos. Sin embargo, hay también quienes los dejan deliberadamente en lugares públicos, como bares, plazas, salas de espera, trenes, colectivos…, para que otros los recojan y se enriquezcan con su lectura.

En definitiva, cada libro crea su propio lector y lo busca por caminos diversos. A veces lo encuentra rápidamente y se cumple el propósito para el cual fue escrito; otras veces debe realizar periplos insólitos y atravesar “océanos de tiempo” antes de que una mano lo rescate de un oscuro anaquel o de un baúl cerrado. Pero esto es lo que menos importa: si hay algo que los libros saben hacer es esperar.


César Cantoni
La Plata, abril de 2011


El blog de César Cantoni
César Cantoni
La Plata, Provincia de Buenos Aires, República Argentina

Blog: Los poetas no van al cielo
Contacto:
cesarcantoni@yahoo.com.ar

Una velada con Franz Schubert

¿Quién toca ese lied que rapta el aire
y embriaga el corazón del que lo escucha?
¿Quién, detrás de esa ventana pobremente
iluminada, en la insomne taberna,
acaricia la cima de una música
próxima a los sueños?
Tal prodigio parece inverosímil.
Pero probemos acercarnos,
ahora que la nieve desciende sin rodeos
sobre la noche de Viena:
allí dentro, sí, entre la absorta
muchedumbre arracimada en torno,
un joven, que nada reviste
de extraño o sorprendente,
ataca entusiastamente el piano
en innegable alianza con un dios.


La experiencia concreta, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1990.



Noche estival


Por la ventana abierta de mi cuarto
entra el viento encendido que viene del oeste,
entra el perfume de las flores del patio,
entran la luna y las estrellas,
y en medio del bochorno de la noche
entra también una mágica luciérnaga,
un pequeño universo que se basta a sí mismo
y deja en la penumbra sus improntas de luz
para desvelo de la mente absorta.


Continuidad de la noche, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1993.



Intemperie

La noche oficia de enfermera
entre los miserables que duermen en los bancos de la plaza.
Cada banco es un lecho sombrío,
la plaza entera, un asilo de expatriados.

Mendigos: allí fueron dejados a través de milenios
y allí permanecen, estoicos, todavía,
esperando que la muerte venga a despertarlos
o algún patrullero se los lleve.


Cuaderno de fin de siglo, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1996.



Tono menor

Esta noche en que nada sucede,
el verano es apenas un dato anecdótico,
una excusa para hablar del tiempo.

Esta noche en que nada sucede,
la poesía de las horas tiene el tono menor
que el viento registra entre los plátanos.

Esta noche en que nada sucede,
no sería honesto hacer un drama
de los estragos del calor.


Triunfo de lo real, Editorial MG S. A., La Plata, 2001.

A la manera de William Carlos Williams

Sólo quiero que sepas
que si detuve mi marcha
ante tu puerta,

y no seguí de largo,
y no crucé la calle,
y no doblé en la esquina,

no fue porque olvidé
donde vive
el jardinero

(al que buscaba
para podar
la enredadera),

sino porque tus ojos
me distrajeron
del camino.

Triunfo de lo real, Editorial MG S. A., La Plata, 2001.

Aquí no hay dios

Aquí no hay dios, ni griego ni romano,
que presida ninguna ceremonia.
No hay oro ni laurel para los vencedores.

Aquí no hay más que un piquete de obreros,
con martillos neumáticos, rompiendo la calzada,
haciendo un pozo que no será nunca

el ombligo del mundo, la fuente de las revelaciones.
Un pozo más hondo que el sentimiento de los dioses,
más negro que el propio corazón humano.


Triunfo de lo real, Editorial MG S. A., La Plata, 2001.

Diógenes o el ideal del vagabundo

Yo sigo prefiriendo al hombre sin casa.
Abel Robino


Vivir a la intemperie.
Vivir al arbitrio de la intemperie.
No tener nada, no querer tener nada.
No aferrarse al pasado ni al presente,
menos al porvenir. (Incluso,
renunciar a la vana tentación de dejar huella.)
Ir simplemente de un lugar a otro,
como un acólito incondicional del viento.
Encarnar la metáfora del viento.
Salvarse por el desarraigo.




La salud de los condenados, Editorial Hespérides, La Plata, 2004.

Mientras cruzo los rieles

Pienso en ese tren de vapor
que ya no pasa, ese tren esforzado
que venía de lejos, piafando
y pitando entre señales de humo,
como un animal vivo del campo,
en alegre, furiosa carrera contra el viento,
y que a mí me gustaba mirar cuando era chico,
mientras cruzo los rieles con óxido
de la estación abandonada
y la vieja campana de bronce
vuelve a sonar, de pronto, en mi memoria.


Diario de paso, Editorial Hespérides,
La Plata, 2008.

En la playa de estacionamiento

Iba a arrancar el auto aquella tarde
cuando una mariposa,
que apareció de la nada,
se puso a danzar sobre el parabrisas.
“Es el espíritu encarnado de Chuang Tzu
que prenuncia el estío”,
exclamó mi acompañante.

Y yo le creí,
porque basta amar la poesía
para ser sorprendido por algún milagro.



Diario de paso, Editorial Hespérides,
La Plata, 2008.

Ayer vino mi madre

Ayer vino mi madre muerta a visitarme.
Vino vestida de entrecasa, con su gastado delantal a cuadros,
que colgaba de un gancho en la cocina.
No preguntó por nada ni por nadie. Simplemente,
quería saber si todo se encontraba en orden:
las camas tendidas, los cuartos ventilados,
las plantas podadas y con agua...
De paso, me recordó que la felicidad no dura,
que el amor es triste y duele demasiado
y que, al final, sólo queda arreglárselas como se puede.
También me dijo que no comiera dulces
y, sobre todo, que me cuidara del invierno,
que, en invierno, el viento suele ser traicionero en las esquinas.
Después, cuando la tarde agonizaba,
salió a la calle, saludó a los vecinos como de costumbre
y se fue con su escolta de ángeles indulgentes.
Sí, ayer vino mi madre muerta a visitarme.


Diario de paso, Editorial Hespérides, La Plata, 2008.


Traicioné a mis padres


Traicioné a mis padres: no acaté su legado
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.


El fin ya tuvo lugar, Editorial Hespérides, La Plata, 2012.


Ni perro que vigile mi casa


Primero, murió mi padre.
Después, murió mi madre.
(Antes habían muerto mis cuatro abuelos.)
Más adelante, murieron el médico,
que me curaba los resfríos,
y el cura, que me eximía de los pecados.
Finalmente, murieron los poetas que tanto amaba,
mis viejos maestros en el arte oscuro.
No tengo esposa, tampoco tengo hijos
ni perro que vigile mi casa en soledad
(el último perro que tuve murió sin avisarme).
Cuando era chico, un ángel de yeso
sabía velar por mí desde la hornacina,
pero me lo incautó la jerarquía eclesiástica.
Ahora yo soy mi propio dios
y me invoco a mí mismo.


El fin ya tuvo lugar, Editorial Hespérides, La Plata, 2012.


¿Dónde está la verdad?


¿Dónde está la verdad?, le pregunté a mi madre.
Y mi madre me dijo que no sabía.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.
Y el político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo me amenazó con el infierno.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los dioses permanecieron mudos.


El fin ya tuvo lugar, Editorial Hespérides, La Plata, 2012.


Veterano de Malvinas

A Gustavo Caso Rosendi
y Martín Raninqueo


No es extraño que una bomba enemiga
me despierte en medio de la noche,
llenando de esquirlas mi recuerdo.
Felizmente, la mujer que duerme a mi lado
tiene un aire sereno y protector
y su contacto me libera de la pesadilla.
Atrincherado entre las sábanas,
hundo, entonces, mi rostro en el surco de sus pechos
y me duermo de nuevo como un chico.
Hasta que otra bomba vuelve a despertarme.


El fin ya tuvo lugar, Editorial Hespérides, La Plata, 2012.





¡¡Gracias, César!!






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Ilustraciones Alex DG© y Daniel Caminos